A 43 AÑOS DE LA MUERTE DE LEONEL RUGAMA… ¡QUE SE RINDA TU MADRE!

El 15 de enero de 1970; en Nicaragua. Leonel Rugama, un joven poeta guerrillero sandinista moría peleando contra un Batallón de Guardias de Somoza.

Cuando el General Samuel Genie lo conminó a rendirse le gritó disparando: ¡Qué se rinda tu madre!

Esta expresión es quizás una de las más populares con la que se identifica a los nicaragüenses, pero puesta en la boca de este héroe de la Patria de Sandino manifiesta en esencia el espíritu indoblegable de un pueblo que no nació para ser esclavo de nadie. Irredento, mal educado, mal hablado; se burla de todo hasta de su mala suerte.

Ahora con los cambios de un «socialismo» cosmético; en la que la derecha y la izquierda comen del mismo plato relevante es destacar de la poesía política, esos rasgos que van más allá de las coyunturas políticas. Que trascienden, incluso la persona para alimentar un acervo cultural que nos pertenece a todos.

Les dejo a continuación el poema más conocido de Leonel a nivel mundial.

 

LA TIERRA ES UN SATÉLITE DE LA LUNA

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El Apolo 2 costó más que el Apolo 1

el Apolo 1 costó bastante.

El Apolo 3 costó más que el Apolo 2

el Apolo 2 costó más que el Apolo 1

el Apolo 1 costó bastante.

El Apolo 4 costó más que el Apolo 3

el Apolo 3 costó más que el Apolo 2

el Apolo 2 costó más que el Apolo 1

el Apolo 1 costó bastante.

El Apolo costó un montón, pero no se sintió

porque los astronautas eran protestantes

y desde la luna leyeron la Biblia,

maravillando y alegrando a todos los cristianos

y a la venida el papa Paulo VI les dio la bendición.

El Apolo 9 costó más que todos juntos

junto con el Apolo 1 que costó bastante.

Los bisabuelos de la gente de Acahualinca tenían menos

hambre que los abuelos.

Los bisabuelos se murieron de hambre.

Los abuelos de la gente de Acahualinca tenían menos

hambre que los padres.

Los abuelos murieron de hambre.

Los padres de la gente de Acahualinca tenían menos

hambre que los hijos de la gente de allí.

Los padres se murieron de hambre.

La gente de Acahualinca tiene menos hambre que

los hijos de la gente de allí.

Los hijos de la gente de Acahualinca no nacen por

hambre,

y tienen hambre de nacer, para morirse de hambre.

Bienaventurados los pobres porque de ellos será la luna.

HAY NOCHES DE CLAUDICANTES AZUCENAS

El poeta granadino nicaragüense Nicolás Navas me ha dejado un comentario y un poema en el post que publiqué en la coctelera sobre él y su poema «Silencio sólo el rumor»

http://www.lacoctelera.com/homeronica/post/2008/01/07/silencio-sailo-rumor#c2931495

El me ha pedido que lo comparta con todos los amigos del patio y así lo hago ahora.

También me ha pedido que les de su correo electrónico
por si desean contactarlo; les dejo el correo:

poetanavas@hotmail.com

Muchas gracias poeta; lo aprecio de verdad a usted y a|su obra.

Homero.

A continuación el comentario y el poema:

Estimado Homero y a los lectores y sus preciosos comentarios. Silencio, solo el rumor es un poema largo en cinco cantos y fué publicado por el Suplemento sabatino del Diario La Prensa en 1961, habiéndose tomado la licencia de publicarlo entero el Director del suplemento La Prensa Literaria el admirable poeta Dn Pablo Antonio Cuadra. Te agradezco su publicación y los comentarios admirables que publicas. En señal de agradecimiento te envío uno de mis últimos poemas leído esta semana en el Festival de la Poesía de Granada donde estabamos unos 80 poetas de todo el mundo y otro tanto de nicaraguenses.

HAY NOCHES DE CLAUDICANTES AZUCENAS

Hay noches de claudicantes azucenas
pálidas como luna de Julio
cuando los enamorados se citan
en el claroscuro
y se abrazan y se acarician lujuriosos
y se besan los labios rumorosos
como fruta apetecida
y solo los ladridos de los perros vecinos
tienen presencia en la oscurana
donde los enamorados congregan
la brama de los siglos
y su grito sonámbulo

En lontananza se perfilan
bramidos astrales
mas allá del misterioso solencio
de los astros
que mas temprano que tarde,
sus vigías vendrán hasta nosotros
para auscultarnos y reconocernos,
y llegarán como ángeles brillantes,
refulgentes, transparentes
hasta nuestro pequeño espacio íntimo
como el que tuvimos aquella noche
en que claudicaste
y te entregaste como avecilla ávida
de espacio y de amor
pajarita sin nido, sin astros,
sin jardín florecido,
sin rama y sin olvido,
como flor exprimida y marchita
a la que se le secó la Aurora
un amanecer de claudicantes azucenas

nicolás

Homero: puedes enviarlo a todos igual que mi correo. Me encantaría conocer tu nombre de cuando tenías 13 años.

Un abrazo cordial a todos

CONSEJOS PARA CRISTO AL COMENZAR EL AÑO


1

Yo sé que tú conoces esta angustia
que llevo en los costados.
Estas ansias de ser lo que no he sido
que me queman los labios.
Hemos paseado juntos, muchas veces.
Mirándonos las manos.
Y te he encontrado siempre como amigo.
Por esto te he invitado
a caminar con paso distraído
alrededor de la ciudad y el llanto.

2

Una vez me contaste tu milagro
hecho en las Bodas de Caná. ¿Recuerdas?
Dijiste que te había causado mucha
emoción por haber sido la primera
vez que hacías cosas grandes.
Melo contaste guiñándome los ojos,
como si yo no lo supiera.
Se te volvió el semblante ancho y alegre
y la cara de fiesta…

Nosotros dos hemos hablado mucho,
en horas de esperanza y de miseria.

No creo que te avergüences
de esta amistad sincera
y de haberme contado algunas cosas
con el ruego que a nadie lo dijera.

3

Ya que somos amigos (en secreto,
para nosotros dos), dime: ¿Qué piensas
hacer en este año
que comienza?
Muchos sueñan temblando,
porque esperan
la súbita caída sobre el mundo
de un vendaval de guerra.
Yo sé que habrá sollozo,
soledad y miseria
y esquinas inundadas por el chisme.
Y hasta es posible que, las malas lenguas,
sin nos ven conversando tan a solas,
digan que tramamos alguna contienda.

4

Siempre he deseado que me digas Cristo,
qué piensas preparar para el futuro

¿Piensas dejar que sigan desangrándose
los hombres por el banquillo sucio
de una Presidencia?. Ya es hora
de cortar con machete estas tristezas!.

Debieras ordenar
que haya más siembra
de esperanza y amor,
y menos guerra
y crimen en el mundo.

Yo – el menos – ya estoy bien cansado
De oír que llaman héroe al que mata
Cien hombres defendiendo a un tirano
Que se mama los pechos de la patria.

5

Muchos niños se caen en el pozo
del hambre y de la muerte, noche a noche.
Muchos hombres fallecen en aceras
olorosas a alcohol, negros y pobres.
Muchas mujeres compran pan y carne
con el sexo blenorrágico y deforme.
Los más fuertes hornean capitales
quemándoles los dedos a los pobres.
Unos rezan a Dios pidiendo llanto,
dolor y crimen para los enemigos.
Otros vienen con panes en la boca
y en las manos venenos y cuchillos.
A mí, personalmente, me parece
que deben acabarse estos suplicios.

6

Pero en fin, tú conoces
más que yo estas cosas.

Has vivido casi 2000 años,
que son bastantes para una persona.

Yo apenas tengo un poco más de 20
y ya me siento con las manos rotas.

No porque haya sufrido demasiado:
sino porque me duele lo que otras
gentes padecen en el mundo entero,
donde sufren igual que fieras locas.

¿Qué te parece, Cristo, si arrancamos
este volcán de plantas venenosas?.

7

Yo casi estoy seguro que los hombres
desean ser buenos.
Claro que no lo pueden por sí solos:
Necesitan maestro
¿Por qué no nos ayudas un poquito?
Ya ves que en esta tierra hay mucho cieno
que limpiar.
Yo a veces pienso
que Dios la hizo con las manos sucias.
Sería bueno
que vinieras, allá de cuando en cuando,
a pasar por lo menos
los fines de semana
en estos pueblos.

8

Perdona si te doy estos consejos:
Sabes que lo hago en calidad de amigo.
Yo no quisiera que las gentes hablen
mal de ti, Cristo.
Por eso te propongo que en este año,
aún recién nacido,
vengas a visitarnos con frecuencia
y nos ayudes a buscar caminos.
Podrías darles lecciones a los curas,
recordarles lo que es el Cristianismo,
cambiarles el cerebro a algunos tipos:
A los políticos
y a algunos dictadores
presumidos.
Podrías darles consejos a los padres
y a los hijos.
También podrías traer algunos panes
para los mendigos.
En fin ya tendrás tiempo de ir pensando
todo lo que hay que hacer en estos sitios.

9

¿Te marchas ya? Perfectamente, Cristo.
Ya tendremos un rato para hablarnos.
Yo siempre te he querido como amigo.
Por ahora, permíteme decirte
que ha sido un gran placer charlar contigo.
Espero que de vez en cuando vengas.
Hay mucho por decir que no hemos dicho.
Y ojalá que pienses mucho, hasta los huesos,
todo esto que hoy te puse en los oídos.

Jorge Debravo.
Poeta humanista costarricense
Milagro Abierto
Turrialba 1960.

SILENCIO, SÓLO EL RUMOR

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Recién había publicado un poemario bajo el nombre «Silencio, sólo el rumor» el poeta había desgranado uno a uno los silencios; un poema por cada silencio «para que nadie nunca mas tenga que decir nada sobre el silencio…» me había dicho en esa ocasión el poeta con una mezcla de orgullo, jactancia y soberbia al mejor estilo granadino.

Pasando por alto ese comentario intrascendente; comparto con ustedes el poema 1 «Primer Silencio» de redacción exquisita, que nos da una perpectiva diferente del silencio.
Creo que la poesía de Nicolas Navas ha influenciado de alguna manera la mía; aunque aún antes de conocerlo ya me apasionaba el tema.

Homero.

PRIMER SILENCIO

Sobre la yerba verde y muelle el sisitote triste

llama a la sisitota, y su lamento, a través del viento,

es el lamento medular del mundo;

es el llanto del mar sobre las rocas,

la inválida anidación de la espuma en las arenas.

En la viudez de la tarde

siento la soledad del macho abandonado;

el silencio primario traspasando la hora,

el río tributario sangrando por sus poros

en todas las llanuras.

II

Porque ha llegado la hora de anunciarse,

de tener otros ojos y otros labios,

otro latido.

Porque has llegado a mí y has fenecido en mí,

y callada, tristemente callada aceptaste la hora,

la cita, el advenimiento del amor

tan puro;

y esperaste ese amor, día a día, noche a noche,

hasta que el sueño venció tus ojos

y sólo quedaron nuestros labios como una pregunta,

ajenos.

III

Otra vez vuelve la vida.

Otra vez este tenaz empeño empujando mis carnes

abiertas y dolientes.

Cuánta verdad podría decirte.

Mentiría con pasión desmedida, con lujo de detalles mentiría.

Pero esta noche en el parque juegan los niños y las niñas

y los padres y la madres de los niños vigilantes

esperan, esperan una mentira dulce.

Ya no podría decir qué es el amor;

consultaré cada estrella por separado,

preguntaré con voz tonante, orgullosa, humilde.

Preguntaré en el alba al transeunte, borracho de misterio,

preguntaré al mar, al marinero y sus arenas,

escollos ultramarinos, cocoteros isleños, peces;

preguntaré al herrero forjador de naciones,

preguntaré al amor por el amor, de nuevo.

IV

Señalemos de una vez el momento.

No tengo prisa en penetrar el corazón del silencio.

No tengo prisa por conocerte, por conocerme.

Penetremos con cuidado la duda,

soy también una parte de esa duda,

lucho contra mis pies inconmensurables que me arrastran

hacia la noche extraña;

lucho contra la carne débil y maravillosa.

Mis articulaciones se resisten, se rebelan airadamente

mientras las estaciones se suceden.

V

Creí combatir la idea.

Una tumba vacía encontré en mi cerebro.

Pero consciente de no encontrar las esperanzas

recogí las palabras que otros dejaron olvidadas en mi nombre,

y escudriñé cada palabra, la interrogué como un verdugo,

afanosamente, hasta encontrarme.

Nicolás Navas.

CANTO DE GUERRA DE LAS COSAS

bomba nuclear

Joaquín Pasos (1914-1947)

El poeta mas jóven del Movimiento de Vanguardia nicaragüense; junto con José Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra (PAC), Manolo Cuadra y Luis Alberto Cabrales.

Nació en Granada, Nicaragua.

Un poeta humanista a carta cabal.

Presento a ustedes su obra cumbre «Canto de guerra de las cosas», un poema largo, pero no tan largo para revelar el verdadero rostro de la humanidad, con sus catástrofes y mezquindades; con sus esperanzas y desesperanzas, con sus odios y amores.

Los invito a leerlo, reflexionar sobre el poema y comentarlo.

Homero.

«Fratres: Existimoenim quod nom
sunt condignae passiones hujus temporis
ad futuram gloriam, quae revelabitur in
nobis. Nam exspectatio creaturae
revelationem filioriúm Dei exspectat. Vanitati
enim creatura subjeta est non volens, sed
propter eum qui subjecit eam in spe: quia
et ipsa creatura liberabitur a servitute
corruptionis in libertatem gloriae filiorum
Dei… Scimus enim quod omnis creature
ingemiscit, et parturit usque adhuc.»

Paulus ad Rom. 8,18-23




Cuando lleguéis a viejos, respetaréis la piedra,
si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó alguna piedra.
Vuestros hijos amarán al viejo cobre,
al hierro fiel.
Recibiréis a los antiguos metales en el seno de vuestras
familias,
trataréis al noble plomo con la decencia que corresponde a su
carácter dulce;
os reconciliaréis con el zinc dándole un suave nombre;
con el bronce considerándolo como hermano del oro,
porque el oro no fue a la guerra por vosotros,
el oro se quedó, por vosotros, haciendo el papel de niño
mimado,
vestido de terciopelo, arropado, protegido por el resentido
acero…
Cuando lleguéis a viejos, respetaréis al oro,
si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó algún oro.

El agua es la única eternidad de la sangre.
Su fuerza, hecha sangre. Su inquietud, hecha sangre.
Su violento anhelo de viento y cielo,
hecho sangre.
Mañana dirán que la sangre se hizo polvo,
mañana estará seca la sangre.
Ni sudor, ni lágrimas, ni orina
podrán llenar el hueco del corazón vacío.
Mañana envidiarán la bomba hidráulica de un inodoro
palpitante,
la constancia viva de un grifo,
el grueso líquido.
El río se encargará de los riñones destrozados
y en medio del desierto los huesos en cruz pedirán en vano
que regrese el agua a los cuerpos de los hombres.

Dadme un motor más fuerte que un corazón de hombre.
Dadme un cerebro de máquina que pueda ser agujereado sin
dolor.
Dadme por fuera un cuerpo de metal y por dentro otro
cuerpo de metal
igual al del soldado de plomo que no muere,
que no te pide, Señor, la gracia de no ser humillado por
tus obras,
como el soldado de carne blanducha, nuestro débil orgullo,
que por tu día ofrecerá la luz de sus ojos,
que por tu metal admitirá una bala en su pecho,
que por tu agua devolverá su sangre.
Y que quiere ser como un cuchillo, al que no puede herir
otro cuchillo.
Esta cal de mi sangre incorporada a mi vida
será la cal de mi tumba incorporada a mi muerte,
porque aquí está el futuro envuelto en papel de estaño,
aquí está la ración humana en forma de pequeños ataúdes,
y la ametralladora sigue ardiendo de deseos
y a través de los siglos sigue fiel el amor del cuchillo a la
carne.
Y luego, decid si no ha sido abundante la cosecha de balas,
si los campos no están sembrados de bayonetas,
si no han reventado a su tiempo las granadas…
Decid si hay algún pozo, un hueco, un escondrijo
que no sea un fecundo nido de bombas robustas;
decid si este diluvio de fuego líquido
no es más hermoso y más terrible que el de Noé,
¡sin que haya un arca de acero que resista
ni un avión que regrese con la rama de olivo!

Vosotros, dominadores del cristal, he ahí vuestros vidrios
fundidos.
Vuestras casas de porcelana, vuestros trenes de mica,
vuestras lágrimas envueltas en celofán, vuestros corazones
de bakelita,
vuestros risibles y hediondos pies de hule,
todo se funde y corre al llamado de guerra de las cosas,
como se funde y se escapa con rencor el acero que ha
sostenido una estatua.
Los marineros están un poco excitados. Algo les turba
su viaje.
Se asoman a la borda y escudriñan el agua,
se asoman a la torre y escudriñan el aire.
Pero no hay nada.
No hay peces, ni olas, ni estrellas, ni pájaros.
Señor capitán, ¿a dónde vamos?
Lo sabremos más tarde.
Cuando hayamos llegado.
Los marineros quieren lanzar el ancla,
los marineros quieren saber qué pasa.
Pero no es nada. Están un poco excitados.
El agua del mar tiene un sabor más amargo,
el viento del mar es demasiado pesado.
Y no camina el barco. Se quedó quieto en medio del viaje.
Los marineros se preguntan ¿qué pasa? con las manos,
han perdido el habla.
No ha pasado nada. Están un poco excitados.
Nunca volverá a pasar nada. Nunca lanzarán el ancla.

No había que buscarla en las cartas del naipe ni en los juegos
de la cábala.
En todas las cartas estaba, hasta en las de amor y en las
de navegar.
Todas los signos llevaban su signo.
Izaba su bandera sin color, fantasmas de bandera para ser
pintada con colores de sangre de fantasma,
bandera que cuando flotaba al viento parecía que flotaba el
viento.
Iba y venía, iba en el venir, venía en el yendo, como que si
fuera viniendo.
Subía, y luego bajaba hasta en medio de la multitud y
besaba a cada hombre.
Acariciaba cada cosa con sus dedos suaves de sobadora
de marfil.
Cuando pasaba un tranvía, ella pasaba en el tranvía;
cuando pasaba una locomotora, ella iba sentada en la trompa.
Pasaba ante el vidrio de todas las vitrinas,
Sobre el río de todos los puentes,
por el cielo de todas las ventanas.
Era la misma vida que flota ciega en las calles como una
niebla borracha.
Estaba de pie junto a todas las paredes como un ejército de
mendigos,
era un diluvio en el aire.
Era tenaz, y también dulce, como el tiempo.

Con la opaca voz de un destrozado amor sin remedio,
con el hueco de un corazón fugitivo,
con la sombra del cuerpo
con la sombra del alma, apenas sombra de vidrio,
con el espacio vacío de una mano sin dueño,
con los labios heridos
con los párpados sin sueño,
con el pedazo de pecho donde está sembrado el musgo del
resentimiento
y el narciso,
con el hombro izquierdo
con el hombro que carga las flores y el vino,
con las uñas que aún están adentro
y no han salido,
con el porvenir sin premio con el pasado sin castigo,
con el aliento,
con el silbido,
con el último bocado de tiempo, con el último sorbo de
líquido
con el último verso del último libro.
Y con lo que será ajeno. Y con lo que fue mío.

Somos la orquídea de acero,
florecimos en la trinchera como el moho sobre el filo de la
espada,
somos una vegetación de sangre,
somos flores de carne que chorrean sangre,
somos la muerte recién podada
que florecerá muertes y más muertes hasta hacer un
inmenso jardín de muertes.

Como la enredadera púrpura de filosa raíz,
que corta el corazón y se siembra en la fangosa sangre
y sube y baja según su peligrosa marea.
Así hemos inundado el pecho de los vivos,
somos la selva que avanza.
Somos la tierra presente. Vegetal y podrida.
Pantano corrompido que burbujea mariposas y arco-iris.
Donde tu cáscara se levanta están nuestros huesos llorosos,
nuestro dolor brillante en carne viva,
oh santa y hedionda tierra nuestra,
humus humanos.

Desde mi gris sube mi ávida mirada,
mi ojo viejo y tardo, ya encanecido,
desde el fondo de un vértigo lamoso
sin negro y sin color completamente ciego.
Asciendo como topo hacia el aire
que huele mi vista,
el ojo de mi olfato, y el murciélago
todo hecho de sonido.
Aqui la piedra es piedra, pero ni el tacto sordo
puede imaginar si vamos o venimos,
pero venimos, sí, desde mi fondo espeso,
pero vamos, ya lo sentimos, en los dedos podridos
y en esta cruel mudez que quiere cantar.

Como un súbito amanecer que la sangre dibuja
irrumpe el violento deseo de sufrir,
y luego el llanto fluyendo como la uña de la carne
y el rabioso corazón ladrando en la puerta.
Y en la puerta un cubo que se palpa
y un camino verde bajo los pies hasta el pozo,
hasta más hondo aún, hasta el agua,
y en el agua una palabra samaritana
hasta más hondo aún, hasta el beso,
Del mar opaco que me empuja
llevo en mi sangre el hueco de su ola,
el hueco de su huida,
un precipicio de sal aposentada.
Si algo traigo para decir, dispensadme,
en el bello camino lo he olvidado.
Por un descuido me comí la espuma,
perdonadme, que vengo enamorado.

Detrás de ti quedan ahora cosas despreocupadas, dulces.
Pájaros muertos, árboles sin riego.
Una hiedra marchita. Un olor de recuerdo.
No hay nada exacto, no hay nada malo ni bueno,
y parece que la vida se ha marchado hacia el país del trueno.
Tú, que vista en un jarrón de flores el golpe de esta fuerza,
tú, la invitada al viento en fiesta.
tu, la dueña de una cotorra y un coche de ágiles ruedas, sobre
la verja
tú que miraste a un caballo del tiovivo
y quedar sobre la grama como esperando que lo montasen
los niños de la escuela,
asiste ahora, con ojos pálidos, a esta naturaleza muerta.

Los frutos no maduran en este aire dormido
sino lentamente, de tal suerte que parecen marchitos,
y hasta los insectos se equivocan en esta primavera
sonámbula, sin sentido.
La naturaleza tiene ausente a su marido.
No tienen ni fuerzas suficientes para morir las semillas del
cultivo
y su muerte se oye como el hilito de sangre que sale de
la boca del hombre herido.
Rosas solteronas, flores que parecen usadas en la fiesta del olvido,
débil olor de tumbas, de hierbas que mueren sobre mármoles
inscritos.
Ni un solo grito. Ni siquiera la voz de un pájaro o de un niño
o el ruido de un bravo asesino con su cuchillo.
¡Qué dieras hoy por tener manchado de sangre el vestido!
¡Qué dieras por encontrar habitado algún nido!
¡Qué dieras porque sembraran en tu carne un hijo!

Por fin, Señor de los Ejércitos, he aquí el dolor supremo.
He aquí, sin lástimas, sin subterfugios, sin versos,
el dolor verdadero.
Por fin, Señor, he aquí frente a nosotros el dolor parado
en seco.

No es un dolor por los heridos ni por los muertos,
ni por la sangre derramada ni por la tierra llena de lamentos
ni por las ciudades vacías de casas ni por los campos llenos de
huérfanos.
Es el dolor entero.

No pueden haber lágrims ni duelo
ni palabras ni recuerdos,
pues nada cabe ya dentro del pecho.
Todos los ruidos del mundo forman un gran silencio.
Todos los hombres del mundo forman un solo espectro.
En medio de este dolor, ¡soldado!, queda tu puesto
vacío o lleno.
Las vidas de los que quedan están con huecos,
tienen vacíos completos,
como si se hubieran sacado bocados de carne de sus cuerpos.
Asómate a este boquete, a éste que tengo en el pecho,
para ver cielos e infiernos.
Mira mi cabeza hendida por millares de agujeros:
a través brilla un sol blanco, a través un astro negro.
Toca mi mano, esta mano que ayer sostuvo un acero:
¡puedes pasar en el aire, a través de ella, tus dedos!
He aquí la ausencia del hombre, fuga de carne, de miedo,
días, cosas, almas, fuego.
Todo se quedó en el tiempo. Todo se quemó allá lejos.

FIEL AL CORAZON. DAISY ZAMORA

DEISY ZAMORA

COMO EXPLICARTE

«No sé cómo explicarte ese revolotear
de semillas en mi vientre cuando te veo venír
o cuando ya te vas o cuando dices algo.
Y no logro ocultarlo por que siempre
hay millones de gritos diminutos
que recorren mi cuerpo y me traicionan.»


Daisy Zamora es una de las mejores poetisa nicaragüense;
lamentablemente no tan conocida como otras.

«Como explicarte» es el poema que presenta en la contraportada
de su libro «Fiel al corazón» (2005);una copilación de sus poemas de amor escritos en diferentes etapas de su vida.

Esencialmente frescos; tocados con una magia de sensualidades,
erotismo; cuerpo y alma de mujer.

De él extraigo y presento 2 poemas mas que siempre me han dejado impresionado cuando los leo y los releo, por su fuerza y belleza interior; con esa gana de amar y entregarse a una mujer como ella.

La angustia por el ser amado…


CUANDO TE VAS POR LA MAÑANA

«Cuando te vas por la mañana
guardo mucho:
tu sombra
dispersa en el dormido pliegue de la sábana,
el silencio entrecortado de tu sueño
y la leve
distraída huella
ingrávida en el aire
de tu beso.»


La decisión está tomada…


DESATADO YA EL PECHO


«Desatado ya el pecho
descartados
los necios parapetos
¿Qué te aflige?
Fluyendo libre el río
nunca equivoca rumbo.»


Este último poema me hace sentir deseado…


Homero.

EPIGRAMAS

ernesto cardenal

Ernesto Cardenal vistiendo con una típica cotona nicaragüense.
(la foto no es mía)

Ernesto Cardenal; es sin lugar a dudas, el poeta nicaragüense mas conocido mundialmente después de Darío.

El pasado 20 de Julio cumplió 82 años.

En su primera época de chavalo; antes de meterse a la orden de los sacerdote trapenses. Escribió poemitas a muchachas de la clase media; a la que pertenecía.

He escogido para compartir; estos epigramas que escribió en esos sus primeros años de poeta y revolucionario.

Por ser cortos y de lenguaje sencillo; los he puesto todos.

Homero.

Te doy, Claudia, estos versos, porque tú eres su dueña.
Los he escrito sencillos para que tú los entiendas.
Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan,
un día se divulgarán tal vez por toda Hispanoamérica
Y si al amor que los dictó, tú también lo desprecias,
otras soñarán con este amor que no fue para ellas.
Y tal vez verás, Claudia, que estos poemas,
(escritos para conquistarte a ti ) despiertan
en otras parejas enamoradas que los lean
los besos que en ti no despertó el poeta.

Cuídate, Claudia, cuando estés conmigo,
porque el gesto más leve cualquier palabra, un suspiro
de Claudia, el menor descuido,
tal vez un día lo examinen eruditos,
y este baile de Claudia se recuerde por siglos.

Claudia, ya te lo aviso.

De estos cines, Claudia, de estas fiestas,
de estas carreras de caballos,
no quedará nada para la posteridad
sino los versos de Ernesto Cardenal para Claudia
(si acaso)
y el nombre de Claudia que yo puse en esos versos
y los de mis rivales, si es que yo decido rescatarlos
del olvido, y los incluyo también en mis versos
para ridiculizarlos.

Esta será mi venganza:
Que un día llegue a tus manos el libro de un poeta famoso
y leas estas líneas que el autor escribió para ti
y tú no lo sepas.

Me contaron que estabas enamorada de otro
y entonces me fue a mi cuarto
y escribí ese artículo contra el Gobierno
por el que estoy preso.

Imitación de Propercio

Yo no canto la defensa de Stalingrado
ni la campaña de Egipto
ni el desembarco de Sicilia
ni la cruzada del Rhin del general Eisenhower:

Yo sólo canto la conquista de una muchacha.

Ni con las joyas de la Joyería Morlock
ni con perfumes de Dreyfus
ni con orquídeas dentro de su caja de mica
ni con cadillac
sino solamente con mis poemas la conquisté.

Y ella me prefiere, aunque soy pobre, a todos los millones de Somoza.

De pronto suena en la noche una sirena
de alarma, larga, larga,
el aullido lúgubre de la sirena
de incendio o de la ambulancia blanca de la muerte,
como el grito de la cegua en la noche,
que se acerca y se acerca sobre las calles
y las casas y sube, sube, y baja
y crece, crece, baja y se aleja
creciendo y bajando. No es incendio ni muerte:
Es Somoza que pasa.

Hay un lugar junto a la laguna de Tiscapa
–un banco debajo de un árbol de quelite–
que tú conoces (aquella a quien escribo
estos versos, sabrá que son para ella).
Y tú recuerdas aquel banco y aquel quelite;
la luna reflejada en la laguna de Tiscapa,
las luces del palacio del dictador,
las ranas cantando abajo en la laguna.
Todavía está aquel árbol de quelite;
todavía brillan las mismas luces;
en la laguna de Tiscapa se refleja la luna;
pero aquel banco esta noche estará vacío,
o con otra pareja que no somos nosotros.

Yo he repartido papeletas clandestinas,
gritado: VIVA LA LIBERTAD! En plena calle
desafiando a los guardias armados.
Yo participé en la rebelión de abril:
pero palidezco cuando paso por tu casa
y tu sola mirada me hace temblar.

Recibe estas rosas costarricenses,
Myriam, con estos versos de amor:
mis versos te recordarán que los rostros
de las rosas se parecen al tuyo; las rosas
te recordarán que hay que cortar el amor,
y que tu rostro pasará como Grecia y Roma.
Cuando no haya más amor ni rosas de Costa Rica
recordarás, Myriam, esta triste canción.

Cuando los dorados corteses florecieron
nosotros dos estábamos enamorados.
Todavía tienen flores los corteses
y nosotros ya somos dos extraños.

Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.